junio 23, 2010

Entrega 1

¿Qué podía perder?

Manejó 346 kilómetros para tener un instante de esos que hacen que vivir valga la pena. Sabía que las probabilidades de vivirlo eran casi nulas, aún así se arriesgó y decidió jugar...

El simple hecho de imaginar sus labios recorriendo su piel, el olor de su cuello y la estela que bajaba por sus hombros, la suavidad de su cabello anudándose entre sus dedos, la voracidad de su boca...

Corre, que vale la pena arriesgar.

La embriagante necesidad de enredarse con ella...







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